Se asoma abril, comienza la plena primavera: se oyen las lluvias, el rumor del agua, la crecida de los ríos… Agua, agua y más agua. Fuente de vida, de aventura, de trabajo, de paisajes espectaculares, el agua es el protagonista del post de hoy, y este es mi humilde homenaje a un río esencial de la comarca de la Hoya de Huesca: el río Gállego.
Es color, es olor, es todo un fenómeno. La floración del almendro, el primer frutal en dar una temprana bienvenida a la primavera, supone todo un acontecimiento. Así se siente en el ambiente, en el campo, que va preparando su intenso verdor, en los árboles, que van virando sus grises cortezas a tonos más intensos, y en nuestros ojos, que están deseosos del despliegue colorista primaveral.
Silencio, calma, sosiego… son fuerzas prácticamente inalcanzables hoy en día. Sin embargo, en el Castillo de Montearagón, casi puedes tocarlas… Esa es la fascinante sensación de un monumento como éste. Una suerte de paradoja casi cómica. Porque hace más de 900 años la calma y la quietud, que hoy son intrínsecas a dicha fortaleza, no eran más que una utopía lejana en las conversaciones, tramas y estrategias que se tejían durante el reinado de Sancho Ramírez.
Hace ya… ¡dos años! Madre mía… cómo pasa el tiempo… Parece que fue ayer cuando las circunstancias personales me trajeron aquí, a esta tierra tan hermosa. Una tierra que poco a poco se ha convertido en el mejor regalo que ha podido llegar a mi vida.