Aunque la zona más septentrional de la comarca es la más renombrada y conocida, el sur tiene algo que embruja.
El mes pasado os hablaba de la belleza de Piracés, de su Peña Mediodía y de la sugerente escultura situada en La Corona, “Árboles como arqueología”, de Fernando Casás. Este mes he querido mantenerme entre los paisajes esteparios y áridos que dominan en esta dirección.
La primera vez que visité Pertusa supuso toda una sorpresa para mí. Pero sobre todo fue una vivencia especial. Se convirtió en la única vez que mi abuela y Chusé viajaron juntos; bueno, iban conmigo, pero fue como una pequeña escapada de novios. Desde luego, esto lo incorpora a mi galería de recuerdos de una manera muy distinta. Comenzar el recorrido en Agüero e ir surcando toda la comarca en busca de un destino más que desconocido para mí fue algo que no olvidaré jamás.
El guía de nuestro viaje, Chusé, disfrutaba con cada paisaje y cada rincón. En cada punto tenía una historia, en cada enclave buscaba una confidencia o una maravillosaleyenda. En algunos sitios me pedía parar y comenzaba a caminar distraído; unos pasos a la derecha, otros a la izquierda, cabizbajo, pensativo. Nosotras lo observábamos a un tiempo preocupadas y curiosas. Aunque, en realidad, sabíamos que todo estaba bien. Eran el recuerdo, la nostalgia, el cariño, todo lo que corría en la mirada perdida de Chusé. Una mirada contagiosa, llena de saber, ternura y armonía.
Hoy camino sola.
He venido hasta aquí para recordar ese viaje, como homenaje a esas importantes personas de mi vida, y a esta localidad tan hermosa y monumental en los confines de la comarca.
Bien lo saben todos aquellos peregrinos que escogen el Camino Catalán para llegar hasta Santiago de Compostela en un viaje hermoso por dentro y por fuera: Pertusa se levanta imponente sobre el Alcanadre, protegida por la esbelta torre renacentista de Juan de Herrera.
La primera parada ha de ser el río, amplio, poderoso y caudaloso en estos días tras las lluvias primaverales de junio. La ribera nos llama y nos acercamos. Podemos descansar bajo la sombra de algunos árboles, refrescarnos y dibujar los perfiles de Pertusa desde allí abajo, recogiendo la línea que une el puente hasta el caserío.
Ha llegado el momento de volver a coger el coche y seguir subiendo.
Suelo aparcar a las afueras, para ir adentrándome poco a poco en el pueblo, comparando los contrastes del urbanismo más reciente y el original, encontrando las diferencias entre las casas más modernas e históricas, escuchando el silencio interrumpido por mis pasos…
Me encuentro en el centro de Pertusa. La torre de Juan de Herrera me mira desde lo alto en un picado que me hace sentir insignificante y vulnerable, convirtiéndose majestuosa ante mí su estampa clásica.
Junto a ella, la iglesia de Santa María.
Llega el momento de disfrutar con mi cámara fotográfica. Todos los rincones me incitan a tomar una instantánea y la creatividad se multiplica en cada toma.
Lo bueno de la vida es que siempre se encarga de romperte los planes y obligarte a improvisar, sorprendiéndote en circunstancias que jamás habrías imaginado. Eso es lo que me ocurrió en Pertusa hace tres semanas, mientras preparaba el material para el primer post de la temporada estival.
Me encontraba situada a los pies de las escaleras que llevan hasta la parte trasera de la iglesia, cuando un grupo de personas interrumpió mi estado contemplativo. Una de ellas se dirigió hacia mí y me preguntó si me interesaba entrar en el templo. ¡Madre mía! ¡Por supuesto! Son esas pequeñas sorpresas improvisadas que enriquecen los viajes y te hacen sentir bien con el universo entero, aunque sólo sea por unos instantes.
Esa persona, tan amable y cariñosa, era Pilar S., a la que agradezco desde aquí su invitación y sus entrañables e interesantes explicaciones sobre un templo que conoce tan profundamente.
Durante la visita a la iglesia de Santa María pude conocer más de cerca la importancia de Pertusa como punto esencial en la vía de comunicación romana entre Osca (Huesca) e Ilerda (Lérida), los problemas de humedad de la parroquial y de muchas de las casas del pueblo, las múltiples ampliaciones de un templo que, aunque originalmente románico, hoy muestra un aspecto resultado de múltiples intervenciones posteriores (desde el siglo XVI hasta el XXI), así como la polémica restauración de su cripta y la belleza de la misma.
Gracias a Pilar pude admirar, junto al resto del grupo al que acompañaba, algunos detalles desapercibidos de su decoración y los restos de su claustro, donde se guardan algunas joyas del maestro de Agüero, o del posible paso de su taller, como la bailarina que adorna muchas de sus obras en estas tierras.
La visita a Pertusa salió redonda, porque, además, este año no forma parte del programa de Puertas Abiertas de la Hoya de Huesca. Sin embargo, contactando con el ayuntamiento con tiempo suficiente, sí que podría visitarse junto a Pilar como anfitriona de la visita. Además, no podemos olvidarnos de todos aquellos monumentos que sí participan este año en el programa y que no te puedes perder.
Hasta aquí ha llegado el post de este mes. Espero que os haya gustado caminar junto a mí un ratito y que mis palabras os hayan motivado a seguir conociendo este territorio infinito que es la Hoya de Huesca.
¡Hasta el mes que viene!
Selnur.