Sesa es una pequeña localidad de la comarca ubicada a orillas del río Guatizalema.
La zona fue habitada por los romanos, acuñándose las primeras monedas de la población entre los siglos I y II antes de Cristo, aunque se trató de una ceca muy escasa y con cortas emisiones; lo interesante estos denarios son de los primeros hallados en Aragón.
La presencia musulmana fue muy importante en esta zona que enlaza con el somontano de Barbastro. Así es como los reyes del Reino de Aragón decidieron gradualmente internarse y conquistar el llano, rico y productivo, frente a la dureza de la montaña.
El caserío de Sesa se dispone acomodándose a la irregularidad del cerro en el que se dispone, teniendo como centro catalizador la iglesia parroquial dedicada a San Juan Bautista. Se trata de un templo datable a principios del siglo XIII. Es un edificio de una sola nave que termina en ábside semicircular cubierto por bóveda de cuarto de esfera. Destaca, aparte del tambor absidial, la portada, de seis arquivoltas que apean en cuatro parejas de capiteles decorados con elementos vegetales de carácter gótico y dos pilastras.
Al norte del templo, una prominente plataforma rocosa nos habla de un muy probable asentamiento islámico y después fortificación cristiana como en otros lugares de alrededor.
En las inmediaciones de la localidad destaca la ermita de Nuestra Señora de la Jarea, con claustro gótico, y un horno de cal, así como las interesantes piedras fecundantes protagonistas de ritos ancestrales vinculados a la fertilidad: “Casto” y “La Ratona”.
Sesa celebra sus fiestas el 15 de Agosto por la Asunción de la Virgen; y en Semana Santa la romería a Nuestra Señora de la Jarea.
En la falda de una pequeña elevación sobre el río Guatizalema se dispone la pequeña localidad de Salillas.
A la entrada de la población nos encontraremos con su pozo de nieve, construcciones características de la zona del llano para conservar el hielo necesario para las épocas de estío; unas veces son cavidades excavadas en rocas o elevaciones del terreno, otras son estructuras exentas cubiertas con grandes bloques de piedra colocadas a hueso que cubren un espacio excavado en el firme. En Salillas la estructura sigue el primer caso y podría ser de origen morisco del siglo XV. Llama la atención en su interior la peculiar bóveda sustentada por arcos entrecruzados.
El templo parroquial está dedicado a Santa Ana y es de estilo gótico.
En uno de los lados de la plaza central del pueblo se ubica el palacio de los Marqueses de Montemuzo, con deliciosa facha renacentista en la que campea el escudo de los Pomar (siglo XVI). El edificio se asienta sobre un antiguo castillo del que todavía se conserva un torreón.
Las fiestas de la localidad se celebran el 26 de julio por Santa Ana; las fiesta menores son en honor a San Felipe Neri, el 26 de mayo; también se hacen hogueras para San Blas, San Fabián y San Sebastián.
En la extensa llanura de la comarca, en sentido Barbastro, se sitúa la pequeña localidad de Quicena.
Como villa fue donada por Sancho Ramírez y Pedro I en 1086 a la Abadía de Montearagón.
Su trazado urbano toma como punto de partida el templo parroquial, dedicado a la Asunción de la Virgen, obra del siglo XVIII.
En los alrededores de la población encontrará la ermita de San Pedro, hoy en ruinas; además, un antiguo acueducto que algunos datan en el siglo II y es por ello que podría ser probable su origen romano, aunque no se certifica con seguridad.
Sin embargo, la obra cumbre que enriquece el paisaje de Quicena es el Castillo-Abadía de Montearagón. Se trata de una fortaleza construida en el siglo XI por mandato de Sancho Ramírez. Sirvió así para conquistar la plaza musulmana de Huesca en 1096, en tiempos de Pedro I. El binomio castillo-abadía es muy frecuente en el Reino de Aragón y en este caso el centro religioso mantuvo su esplendor hasta el siglo XIX, momento en el que las diferentes desamortizaciones causaron su abandono. De esta manera, parte de su patrimonio se conserva hoy en el Museo Diocesano de Huesca, caso del retablo de alabastro de Gil de Morlanes el Viejo, y el sepulcro de Alfonso I el Batallador, ubicado en el Panteón Real del claustro de San Pedro el Viejo de Huesca.
Quicena celebra sus fiestas el 25 de julio, en honor a Santiago Apóstol.
En un territorio quebrado, entre los ríos Flumen y Guatizalema, se encuentra la localidad de Piracés.
El paisaje que lo rodea, estepario, silencioso, lleno de escarpes creados en la Era Terciaria, dada la acción del viento sobre las rocas y los depósitos de areniscas y arcillas, no hace sino aumentar la belleza del caserío que se adapta al perfil irregular del firme.
A mitad de camino hacia la cumbre del trazado urbano nos encontramos con la iglesia parroquial, dedicada a San Pedro y realizada dentro de un estilo gótico tardío.
Conforme seguimos subiendo los escarpes y el resto de formaciones que la rodean se van haciendo más cercanas hasta topar con la reina, la “Peña Mediodía”. Recibe este nombre porque los rayos del sol la iluminan a la hora del mediodía. Se trata de una plataforma rocosa, un inmenso banco de arenisca de 80 metros de largo y 25 metros de altura. Merece la pena subir hasta su cima para poder contemplar, desde su posición estratégica, las vistas panorámicas de todo el llano que se despliega alrededor. De hecho, este emplazamiento fue utilizado como atalaya para la construcción de una fortaleza árabe entre los siglos IX y X. Una vez en lo alto de la roca comprobaremos las huellas de esta función en sus huecos y cavidades, incluso en los restos de una antigua chimenea.
Dándole la vuelta a la peña del Mediodía nos dirigiremos hasta la ermita de la Virgen de la Corona, mientras observamos formaciones con aspecto casi humano que reciben nombres como Tío Jorge o abuelo San Roque (en este caso porque su perfil es similar a la de un hombre anciano con boina), alrededor de una hondonada donde se encuntran restos de la antigua calzada romana. Dicha ermita, aunque de orígenes románicos (siglo XII), cuenta con importantes remodelaciones de los siglos XVI y XVIII. Muy cercana a la misma el visitante disfrutará de una obra escultórica contemporánea formada por ocho monolitos de granito de más de 5 metros de altura: “Árboles como Arqueología”, de Fernando Casás. Esta escultura está realizada por el impulso de un proyecto liderado por el Centro de Arte y Naturaleza CDAN de Huesca.
En los alrededores de la población se encuentra una fuente aljibe de origen árabe, datable en el siglo X.
Piracés celebra sus fiestas el 22 de mayo por Santa Quiteria; el primer domingo de mayo se realiza la romería a la Virgen de la Corona; y por último, el 23 de abril, por San Jorge.