Alcanzar Agüero es un delicioso placer, sobre todo por la manera que sinuosamente la carretera genera una sorpresa en el visitante: tras varias curvas a pocos kilómetros de llegar, la última de ellas nos descubre en su giro la impresionante presencia del poderoso perfil de Agüero.
Son sus mallos, esos imponentes monolitos de piedra, los que realzan su casco urbano, enmarcándolo, destacándolo desde la lejanía.
Las casas del pueblo se distribuyen escalonadamente a 696 metros de altitud, generando un entramado que desprende sabor medieval; con centro en la iglesia parroquial de San Salvador, de origen románico y con bellísima portada abocinada; y memorable pasado histórico, que puede rastrearse en los escudos de sus puertas.
Llama la atención entre sus mallos la característica peña Sola, monolito creado por la fractura de una gran masa, que en su vertiente oeste llega a superar los 200 metros de altitud y que la hace ideal, al igual que el resto del conjunto, para la escalada. También otros deportes de aventura tienen cabida en Agüero, sin olvidarnos del atractivo ornitológico, dada la presencia de aves rapaces y carroñeras en su entorno.
Y hablando del entorno… No podemos olvidarnos de la preciosa iglesia de Santiago que se esconde a pocos kilómetros del pueblo, sobre una elevación. Una joya del románico oscense, obra del taller de un gran maestro, maestro de Agüero, cuyas huellas se pueden rastrear en otros monumentos de la zona, como el claustro de San Pedro el viejo de Huesca y de San Juan de la Peña.
Sus habitantes, aproximadamente 173, disfrutan de eventos y fiestas durante todo el año: el 20 de enero en honor a San Sebastián; en febrero la Fiesta “d’as Mascaretas” (Carnaval tradicional) y en honor a San Blas; y por último, sus fiestas mayores, por San Roque, el 16 de Agosto.